El escurridizo crecimiento potencial
Medir e incluso predecir el PIB potencial de cualquier país ha sido una desiderata durante muchas décadas. De conocer a futuro el nivel más elevado de producción alcanzable y sostenible a largo plazo (también denominado PIB natural), dispondríamos de una orientación clave de las políticas económicas más adecuadas para evitar los derroches de un output gap o brecha de producción que nos informa sobre los excesos o carencias respecto a los óptimos potenciales.
Una brecha positiva (o negativa) del 1%, en un momento dado, indicaría que el PIB (actual o previsto) se sitúa en ese porcentaje por encima (o por debajo) del potencial mantenible a largo plazo.
Conceptualmente, se supone que si la economía se sitúa en su potencial de crecimiento, también se alcanza una tasa natural de desempleo mantenible a largo plazo (NAIRU, Non-Accelerating Inflation Rate of Unenployment). Mantener o modificar el ritmo de crecimiento para evitar que el PIB real se separe del potencial, puede entonces ser una guía para la política fiscal o monetaria más adecuada en cada momento.
Durante años de crisis, el crecimiento efectivo del PIB se sitúa por debajo del potencial y acumula desfases negativos crecientes en el output gap. En momentos de auge, el PIB crece a ritmos superiores a los que permite su potencial gracias a políticas expansivas, acorta brechas negativas y puede llevar a eliminar o incluso superar esa brecha, exigiendo un cambio de política.
Estas ideas son de hace más de medio siglo, pero siguen alimentando polémicas de actualidad sobre cuál es el margen de maniobra; sobre cuanto «gas» puede darse a políticas fiscales y monetarias. El problema de fondo es que la medición de ese potencial y, por tanto, de esa brecha de producto, es muy compleja, admite metodologías diversas y es cambiante con múltiples circunstancias de entorno.
Hace ahora cuatro años (18/6/2015) comentaba en un post estas dificultades https://www.antoniopulido.es/condenados-a-un-crecimiento-potencial-del-15/:
«Debo reconocer, de partida, que no creo mucho en la validez de los diagnósticos sobre «potencialidad» del crecimiento y, menos aún, en su capacidad predictiva. Pero también debo admitir que es una herramienta de análisis útil, si se emplea con la debida precaución y como una referencia inicial a revisar periódicamente.
Por otra parte, nadie debiera dudar de la capacidad técnica del prestigioso equipo de economistas del BE, que acababa de ofrecer sus cálculos más recientes de crecimiento potencial y sus expectativas hasta 2026. Según sus estimaciones, el PIB potencial habría estado en un crecimiento anual en el entorno del 3% en el largo periodo de los 25 años previos a la crisis, habría caído ligeramente por debajo del 1% durante la crisis y podría situarse en un promedio del 1,5% durante los próximos 10 años.
Con crecimientos reales rondando el 3,5-4% en los años previos a la crisis, el conocido como»output gap» (diferencia entre PIB real y potencial) habría sido positivo, mostrando una dinámica de la economía española superior a su capacidad estimada. Durante los años de crisis, con una caída promedio del orden del 1% y una potencialidad similar pero de crecimiento, los resultados avisarían de un proceso aún peor que el que hubiera podido esperarse. Si se confirman (en la fase de recuperación) expectativas de crecimiento cercanas al 3% y, en todo caso, superiores al 2,5%, se habría batido con creces el potencial del 1,5%. Pero, a futuro, sólo podría esperarse una reducción significativa de la tasa de crecimiento y, por tanto, dificultades para una reducción rápida del paro.
Sin embargo, las estimaciones del potencial de crecimiento son bastante cambiantes, al requerir un amplio proceso de cálculo de sus factores condicionantes.En una publicación técnica de 2004 («Una estimación del crecimiento potencial de la economía española») se manejaban potenciales del 2% (década de los 80), próximas al 4% (a finales de los 90) y del 3% (último año disponible, 2003)
En 2011, en una actualización, se manejan ya potenciales del 3% (2000-07), del 1% (2008-12) y se adelanta una predicción cercana al 2% (2013-15). Ya entonces se avisaba: la aplicación de un proceso enérgico de reformas estructurales podría, no obstante, mejorar en forma significativa las perspectivas de crecimiento de nuestra economía.
Sin entrar en detalles metodológicos, puedo confirmar que la utilizada por el BE es una variante muy correcta de la que emplean los principales centros e instituciones a escala internacional, pero ello no descarta las dificultades y múltiples supuestos que incorpora. El proceso exige determinar el empleo y el capital productivo potencial, así como la evolución de la Productividad Total de Factores (PTF).
El empleo potencial a futuro se calcula a partir de las perspectivas de la población en edad laboral (por demografía y movimientos migratorios), la tasa de actividad (variable por desánimo a la hora de encontrar trabajo o la incorporación creciente de la mujer), la corrección por horas trabajadas o por conversión en empleos a tiempo completo y la tasa de desempleo que puede considerarse admisible en cada momento.
El capital productivo suele estimarse por acumulación de inversiones netas con unas tasas de amortización consideradas razonables, p.ej. del 10% anual para inversión privada y 4% para la pública. Incorporar obsolescencia del capital o utilización real de la capacidad productiva son dificultades adicionales.
Pero el mayor reto es adelantar a futuro la evolución de la productividad, que incorpora aspectos tan variados como el capital humano y otros activos intangibles, la tecnología e innovación incorporada a las máquinas o a las organizaciones, la estructura sectorial,…»
Durante los últimos años crece la polémica sobre la adecuada medición del potencial de crecimiento y muy particularmente de la brecha, como campo de discusión entre los servicios centrales de la Comisión Europea y los diversos gobiernos (en especial los calificados de déficits excesivos) sobre los límites de sus políticas expansivas.
La Comisión Europea ha tenido que reconocer el amplio margen de incertidumbre que el proceso de cálculo introduce sobre la valoración de la brecha. Para un periodo clave de cambio cíclico, con el inicio de la pasada crisis (2007-2008), las estimaciones utilizadas pusieron de manifiesto una inestabilidad tan acusada como para poner en tela de juicio su validez como guía de actuación.
Durante 2007, e incluso hasta la primavera de 2008, la CE calculaba, para España, una brecha negativa del orden del 1%, que mantuvo alrededor de ese porcentaje para el siguiente año. Al revisar cálculos en 2009, su valoración para 2008 cambia de signo y pasa de entornos del -1% a +1%.
En 2017 la Comisión introduce una herramienta de «plausibilidad» de los resultados (Assessment of the Plausibility of the Output Gap Estimates, European Commission, abril 2017) utilizando diversos indicadores para marcar unos intervalos de confianza que permitan desechar cálculos que se sitúen fuera de esos límites. Para nuestro país, la estimación central de la brecha productiva se localizaba en el entorno del -1,5% y el amplio intervalo de plausibilidad entre -3,1% y +0,6%.
La valoración de la brecha y sus expectativas a futuro se ha convertido, en estos momentos, en un importante tema de debate con tres actores principales en nuestro país: Comisión Europea, Gobierno/ Programa de Estabilidad 2019-22 y AIReF.
Las estimaciones del último informe de la CE (24/4/19) reconocen una profunda brecha negativa para España que alcanza el 7% del PIB potencial en promedio 2010-2014 y continúa en negativo, pero en rápido proceso de corrección, en 2015-17. Para el año en curso estiman ya que el PIB efectivo supere en un 1% al potencial (similar al caso de Alemania, p.ej.) y llegue a +2% en 2020.
Algunos analistas, nacionales e internacionales, consideran un disparate esta valoración a futuro y llegan incluso a proponer una Campaña sobre los Output Gap Sin-Sentido (#CANOO):
«No puede ser posible que España tenga un output gap positivo con u(tasa de desempleo)=14%. Y el hecho de que la Comisión/FMI señale un output gap positivo conduce a un estrechamiento respecto a la política fiscal óptima recomendable, incrementando riesgos de histéresis» (@AngelUbide)
«La idea de que España tiene un output gap positivo es insana» (@M_C_Klein)
«¿Cómo puede pensarse que España tiene el mismo output gap que Alemania? Estas cifras respaldan un estancamiento de la periferia del euro como inevitable» (@RobinBrooksIIF)
«El debate sobre los estimados del output gap en España no es sólo nacional, hay unas cuantas voces en global Twitter que también llevan tiempo comentándolo» (@atalaveraEcon)
«El Gobierno de España lleva años tratando de convencer a Bruselas de que la metodología que utiliza para medir la economía española genera un sesgo negativo que afecta a las políticas fiscales» (@jgjorrin)
En el próximo post comentaremos discrepancias y argumentos incorporados al informe recién remitido por el Gobierno a las autoridades europeas, Actualización Programa Estabilidad 2019-2022, así como al Informe sobre los Presupuestos Iniciales de las AA.PP para 2019 de la Agencia Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF).
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