Pescando tontos
Si algo he aprendido a lo largo de mi carrera profesional como economista es que se mueve uno en un territorio maravilloso pero lleno de espejismos, trampas e ideologías que nos acechan a cada paso.
Para algunos ingenuos (algunos aún quedan), la Economía es una ciencia experimental plena de leyes objetivas y un terreno ideal de caza para la acción de matemáticos, físicos o ingenieros. Para otros, (aunque respetemos y utilicemos enfoques y metodologías cuantitativas), la Economía es una ciencia social trufada de supuestos discutibles, enfoques diversos y parciales, leyes cambiantes en el tiempo y en el espacio, información limitada y condicionantes extra-económicos.
Mi posicionamiento la he ido dejando patente en diversos escritos y especialmente en «Economía en Acción» (Pirámide,2000), en que dedico un capítulo a «Las creencias de los economistas». Entresaco aquí sólo un párrafo:
«Comprender o explicar el funcionamiento de la economía es una tarea compleja y llena de riesgos. Como punto de partida, por la inseguridad de los datos y de las descripciones disponibles basadas en los mismos. Pero es que, además, pueden confundirnos otras explicaciones interesadas referidas a comportamientos presentes o pasados (por ejemplo para valorar positiva o negativamente lo conseguido por un gobierno determinado). Añadamos que nuestras herramientas de análisis proporcionan, a veces, resultados diferentes partiendo de los mismos datos, lo que dificulta extremadamente llegar a una explicación causal. Por otra parte, el funcionamiento de los órganos económicos no depende sólo del propio entramado económico, sino también de la psicología de los individuos, de las luchas de poder, de todo tipo de alteraciones en el contexto político-social».
Muchos economistas son conscientes de estas carencias y algunos como George Akerlof, Premio Nobel de Economía en 2001, han profundizado en las consecuencias de la información asimétrica (diferente según actores) y en los aspectos no plenamente racionales (bloqueos cognitivos y sesgos emocionales) de los procesos de decisión.
Su último libro, publicado hace pocas semanas por Priceton University Press, tiene un título provocador:»Pescando tontos» (Phishing for Phools). Insiste en que en todo mercado (pone el ejemplo el de vehículos de segunda mano), la información sobre el producto puede ser muy diferente entre comprador y vendedor. También en que hay un amplio campo para el intercambio no estrictamente racional de bienes o servicios, por ejemplo por motivos de imagen o reputación.
En el caso de los mercados financieros, de especial actualidad, no todo es racionalidad e información y la Gran Crisis que hemos sufrido a escala mundial nos proporciona muchos agujeros negros, a pesar de los avances de los datos, teorías y modelos empíricos financieros.
Reconocer limitaciones y sesgos no devalúa el saber económico, sino que lo hace más útil para la sociedad en su conjunto.
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